domingo, 30 de marzo de 2014

DIME PEQUEÑA (el camino equivocado) 1ª Parte.

Cuando Bryan se encuentra con Alis por la calle, le resulta difícil verla y que parezca una extraña.
Que fácil se ve todo cuando solo eres un niño. Es lo que Bryan siente cada vez que la ve y no lo mira.

Alis llegó a ser tan importante para él.
Ella no es una chica más. Ella es su hermana, o así fue en el pasado.
La hermana junto a la que vivió trece años.
Recuerda con ternura que siempre lloraba cuando él se marchaba, y reía cada vez que regresaba.
Alis, su pequeña hermana, fue la única que en un pasado frío y turbulento lo abrazaba.

Criado hasta los cinco años por su madre, agotada y agobiada con demasiado que pagar, Bryan tuvo que apañárselas solo en casa muchas veces a pesar de su corta edad.
Como hijo sin padre, descubrió lo que era el abandono a la edad de cuatro años, y aunque eso lo marcó, con cuatro años no sabes demasiado de nada.
Por otro lado su madre, Lena, era una mujer joven y guapa con gran carácter. De esas personas que en pocas ocasiones da algo por perdido.

En la cafetería donde podía llegar a trabajar hasta catorce horas diarias, fue donde Lena conoció a Jack, un abogado de éxito que, casualidades del destino, paró en donde ese tipo de personas nunca paran.
El acontecimiento de ese día allí, fue el hombre refinado envuelto en traje caro que cruzo la puerta de la cafetería aquel día, por lo que Lena se las ingenio para ser la primera en acudir a su mesa.

Ella sabía como tratar a los hombres, y no pasó demasiado tiempo hasta convertirse en su amante.
Una relación apasionada que duró en secreto medio año.

Jack, loco por Lena, dejo a su mujer con la que llevaba casado tres años, y con la que compartía una hija de apenas uno.
El voraz divorcio de Jack que, cegado por la lujuria dejó a su mujer tan maltrecha que pocos meses después de terminar todo se suicido a causa de una grave depresión, mostraba que Jack podía ser un autentico déspota si se lo proponía. Y la hija que compartía con su maltrecha ex mujer pasó a su custodia, casándose este, pocos meses después con Lena.
Fue entonces cuando Bryan, con cinco años, y Alis, con casi dos, se convirtieron en hermanos.

Lena pasó a ser una mujer nueva.
Su recién estrenado matrimonio la llevó a una enorme y lujosa casa.
Ya no era la pobre y endeudada madre soltera del café. ahora tenía una casa grande, dinero, y prestigio.

Y pasaron los años.

Bryan, con diez años de edad tenía una vida estable que ya duraba cinco. 
Vida en la que muy atrás quedaba la precaria existencia de antaño.
Alis, ahora era una niña de ocho años vivaracha, de sonrisa perpetua, y mejillas sonrosadas, idéntica a su madre.
Bryan lo sabía gracias a una foto que había guardada en un cajón en la habitación de su hermana, y que él más de una vez miraba.
Adoraba a esa niña, la que se había ganado su corazón desde el primer momento en que la vio.

Cinco años habían pasado ya, años que para Bryan habían sido una especie de regalo a medias.
Por un lado estaba su hermana, a la que quería, y por la que se sentía querido. 
Alis era su centro, la luz de una casa que por otro lado poseía oscuros rincones.
sombras que a pesar de su juventud a Bryan no le pasaban desapercibidos, pero optó por no mirar con lupa esa parte de su vida. 
Al fin y al cabo no era más que un niño, ¿que podía hacer?
¿No se supone que son los mayores los que tienen que cuidar de los niños?...

Jack tuvo siempre un comportamiento frío como padre, incluso con su hija biológica mostraba esa parte de él. Pero como Bryan nunca supo lo que era un padre de verdad, no echó en falta ese tipo de cariño, aun así se sentía dolido por Alis. 
Alis era otra historia. 
Su madre estaba muerta, y su padre ni la miraba. Eso, pensaba, debía ser duro.
Diez años no eran cuatro, con esa edad menos cosas se escapaban. Pero aun no dejaba de ser un niño, así que aunque creyera saberlo todo, ¿hasta donde podía saber un niño de diez años?

Por otra parte, Lena comenzaba a plantearse salir de esa casa desde que hacía dos años recibiera la primera bofetada.
Jack nunca le propinó una paliza, pero si algún golpe esporádico y broncas diarias.
Era un marido posesivo que había mermado, después de cinco años de convivencia, el carácter seguro, y la personalidad impetuosa de su esposa.
El irse, no dejaba de ser no más que un planteamiento que Lena no logró convertir nunca en determinación.
El lujo era difícil de ignorar cuando habías vivido en la pobreza y tenias un hijo a la espalda.

Bryan, ya con quince años, había cambiado de forma radical, convirtiéndose en un adolescente furioso, el cual, detestaba a su padrastro e ignoraba a su madre, que sabía, no pondría jamás remedio a aquella insostenible convivencia que lo estaba agotando psicológicamente. 
Madre adornada con bonitas joyas, pero tan hueca que nada de lo que ella fue, ahora su hijo, al mirarla veía.
Y la que fue su única alegría, Alis, continuamente demandante de su atención, le comenzaba a provocar una sensación de agobio que lo hundía más en un fango que comenzaba a hacerse demasiado espeso para caminar por el. 
Ella, a diferencia de él, con doce años seguía siendo una niña, y aun intentaba agarrarse a la vida con todas sus fuerzas.
Ahora él era el centro de Alis, como en el pasado ella lo fue para él. Aquello, comenzaba a ser una carga injustamente pesada si, pero que comenzaba a superarlo.
Detestaba tanto esa casa, que ya nada conseguía quitarle de la cabeza el deseo de alejarse y dejarla atrás. Lo que hizo tres años después.

A los dieciocho, con la mayoría de edad, y habiendo conseguido dinero suficiente para subsistir un tiempo mientras no encontrara un trabajo, Bryan se fue dejando a una madre anulada, y a un padrastro al que sabía, no preocuparía demasiado su marcha. 
Pero también dejaba atrás a Alis, lo que le resulto sumamente doloroso.

Ahora, en el presente, todo se había vuelto tan extraño, que el arrepentimiento ante el echo de volver al lugar de donde partió ocho años atrás, cada día se hacía mas patente en sus pensamientos.
Alis, la persona por la que volvió, hacía de eso ya tres meses, lo ignoraba de la peor forma.
Había intentado hablar con ella en innumerables ocasiones pero, nada parecía cambiar su desinterés por él. 
Estaba hundido, y a ella parecía no importarle. 
Cuanto mayor es el cariño, mas grande es la traición, era la continua auto critica que se hacía cada vez que la veía mostrarle ese desprecio del que por otra parte se sabía merecedor, pero no quería perder la esperanza.
Quería redimirse, porque no soportaba lo que le provocaba por dentro su acto pasado.
Y el abandono de su padre volvió a sus pensamientos, como un ligero lastre que en ocasiones se hacía pesado.

Abandonó a Alis, dejándola sola en un entorno agónico y destructivo.
Eso lo estaba matando en vida, porque por encima de todo la quería. 
Y la culpabilidad que sentía dolía mas que cualquier padecimiento sufrido en lo que duraba su vida.
El día que se fue, no imaginó que el sentimiento de la culpa por dejarla pudiera hacerse con los años inmensamente mayor al que lo empujó a huir.
Y ver a su hermana con esa expresión tan distinta a la que recordaba. 
Con esa tristeza en los ojos antes vivos e inquietos, y con la luz que antes siempre mostraba totalmente apagada, le hacía temblar de la forma mas sobrecogedora. Desde lo profundo de un alma resquebrajada que por encima de todo necesitaba redención.

Y entonces, cuando la esperanza estaba perdida,  sorpresívamente volvió un día.
El día que se cruzó con una fugaz mirada que ya no esperaba.
La mirada en unos ojos que en el silencio gritaron.
Los ojos de quien solo necesitó un segundo para decir, por favor, haga lo que haga, no te vayas.


¿No se supone que son los mayores los que tienen que cuidar de los niños?...


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